La Villa es una pequeña urbanización del Valle de Ocón que se encuentra en ladera, con cinco calles más o menos paralelas que siguen las curvas de nivel y en la que encontramos una riqueza patrimonial considerable.
En la plaza de la Constitución, la principal del enclave, hay un gran caserón (siglo XVIII) en mampostería encadenada con ladrillo, de tres plantas, con reloj de sol en esquinazo y con un gran escudo (siglo XVI) en alabastro muy estropeado de los Manrique de Lara, duques de Nájera.
La fortaleza (XII-XIII) con la que contaba el asentamiento es hoy uno de los lugares desde los que se disfruta una de las mejores vistas. Se asentaba sobre la cima del cerro y lo que se conserva es parte del alzado de una cortina de más de dos metros de espesor muy larga en mampostería y tierra en el noroeste y rematada hacia el norte por un torreón redondo. Hacia el sur estaría el recinto principal y se adivina alguna otra dependencia en dirección hacia el pueblo, de las que formaría parte la ermita de Santa María. En la cima de esta fortaleza se han encontrado restos cerámicos celtibéricos y medievales.
En la parte baja del pueblo se encuentra la Fuente de los Mártires, de arca cubierta con bóveda de cañón apuntado de casi tres de profundo por dos metros de ancho, con traída en forma de pasadizo adintelado en sillería. La fachada seguramente es del XVI, el arca medieval y el acueducto romano.
La Iglesia Parroquial de San Miguel (XVI-XVIII) es un edificio construido en sillería. Es de una nave de tres tramos y cabecera ochavada en tres paños, precedida de otro, ambos más bajos y estrechos. En el noreste se abre la capilla de los mártires con cúpula baída y bóveda abocinada (la capilla de esta está cubierta con cielo raso). La sacristía está también al noreste junto a la cabecera con tres tramos cubiertos con bóveda de aristas. En cuanto a la torre queda también al noreste adosada al tramo de presbiterio, con tres cuerpos cuadrados y chapitel piramidal.
En esta Iglesia nos encontramos con diferentes elementos de patrimonio mueble en cada una de las zonas y que forman parte importante de la historia de este pueblo:
La Ermita de San Juan es otra de las riquezas patrimoniales con las que cuenta la Villa de Ocón. Es un edificio construido en sillería, mampostería y ladrillo con planta rectangular cubierta por una techumbre. Es románica y rehecha posteriormente y actualmente se encuentra en muy mal estado.
La Iglesia de Santa María está totalmente en ruinas y queda de ella solamente una parte de los cimientos y del alzado. Era una iglesia románica, y puede fecharse a finales del XVII.
La Ermita de Santo Domingo es una construcción de mampostería y sillarejo de una nave de tres tramos con la cabecera ovalada, parece barroca de finales del siglo XVII.
Finalmente nos encontramos con la Ermita de San Bartolomé, que se encuentra debajo del pueblo, junto a la fuente de los mártires. Sus ruinas han sido recientemente excavadas por un equipo y es por ello que los resultados están todavía por determinar.
La Villa, por ser una de las urbanizaciones más importantes ha contado a lo largo de la historia con numerosos personajes que necesitan ser recordados, entre ellos Juan de La Calle y González de Uzqueta, benefactor de su pueblo natal y Caballero de la Orden de Santiago en 1640 que ocupó los cargos de oidor del Consejo y de la Contaduría Mayor de la Hacienda; por otro lado Alonso Jubera, célebre farmacéutico y tratradista del siglo XVI, escribió "Dechado y reformación de todas las medicinas compuestas usuales"; Diego Orío Tejada construyó los mejores órganos de su tiempo.
La Villa actualmente es un pueblo bastante activo que cuenta con la Asociación de Jubilados de San Cosme y San Damián que parece tener una respuesta bastante positiva por parte de los vecinos. De la misma forma durante la época del verano en una casa propiedad del Ayuntamiento se recogen a grupos de jóvenes que vienen de diferentes lugares en forma de Campo de Trabajo para realizar diferentes actividades de ayuda y animación de la zona.
Una de las leyendas más conocidas es la que cuenta que los Santos Cosme y Damián se aparecieron a una pastora en una barca de madera que todavía dicen que se conserva.